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Martes, 30 de Abril de 2024, 08:21 

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    Terraza de placer

    Terraza de placer

    Me mudé a un edificio de viejos apartamentos hace un año, en todo ese tiempo no me había tomado la libertad de vagar por el sitio descubriendo las instalaciones, como era un lugar bastante bien, nunca creí que tuviera nada especial además de mi apartamento dúplex, sin embargo, charlando con una vecina que tenía muchos años viviendo en el lugar, descubrí que había una terraza y que podía subir ahí a colgar ropa y mirar el cielo.

    Desde que lo visité la primera vez me pareció un lugar solitario e increíble, pero debido a mi trabajo, las oportunidades de simplemente sentarme a hacer algo ahí arriba quedaron completamente descartadas. Pasó el tiempo y me olvidé de la solitaria terraza, hasta un domingo en la noche, donde volví a subir para tomar aire fresco y me encontré con un chico que nunca antes hacía visto.

    Tenía el cabello negro y era un poco más alto que yo, con un cuerpo fuerte, bien trabajado, que me miró apenas terminé de subir las escaleras. Di las buenas noches y me acerqué al borde para recortarme y mirar el cielo, él permaneció en silencio observándome, lo sabía porque, aunque estaba de espalda a él, su mirada me quemaba la espalda intensamente.

                    —¿Eres nuevo en el edificio? —pregunté girándome a mirarlo.

                    —Tres meses —respondió él con una voz realmente dulce y acercándose hasta quedar a mi lado —Soy Manuel, por cierto.

    Me presenté dándole un beso en la mejilla, gesto que hacía de forma inconsciente, pero que en ese momento me permitió ser consciente de la piel caliente y suave de su rostro y de una extraña e inexplicable electricidad que me recorrió entera haciéndome sentir deseo. Nos miramos brevemente, sin aliento y con una tensión sexual desesperante. Él me beso de pronto en los labios, quemándome con su calor y con respondí con desesperación, mi cabeza quedó totalmente en blanco, solo mi cuerpo estaba presente, sintiendo todo aquello.

    La boca de él beso mi cuello con hambre y yo me retorcí en sus brazos antes de rozar a través de la tela su rígida y enorme polla. No sé qué impulso me hizo subirme la falda, pero sus dedos ásperos no dejaron que me arrepintiera de aquello, acariciándome a través de la ropa interior y aumentando la humedad entre mis piernas.

                    —Follame, por favor —supliqué desvergonzadamente empujando mis caderas hacía él.

    El sonido de la bragueta al ser bajada me hizo suspirar de gusto y muy pronto la braga fue echa a un lado para dar paso una polla rígida que empujó contra mi entrada mojada. Me empaló con un movimiento de caderas, mientras con una mano alzaba mi rodilla, facilitado la penetración en aquella posición, llenándome entera y golpeando mi clítoris en cada empuje. Me abracé a él, perdida en el placer tan increíble que estaba sintiendo, estaba totalmente desesperada por correrme y él me concedió el ansiado orgasmo luego de algunos empujes. Cuando me sintió apretarme a su alrededor, salió de mí, masturbándose hasta correrse en mi muslo.

                    —Es un verdadero placer conocerte, Manuel —dije sin aliento mirándolo con una sonrisa.

     

    Fin

     

    Etiquetas relato erótico